Con la llegada de la Navidad se acerca una época del año especial en muchos sentidos: especial por la familia, especial porque la casa se convierte en protagonista y también, cómo no, especial por el frío. Y es que la Navidad es también uno de los momentos más fríos del año en casa y en el que más energía gastamos en casa.
Si bien durante estas fiestas es cierto que el calor no puede faltar en casa, lo cierto es que el temido mes de enero está a la vuelta de la esquina, con lo que ello significa, la temida ‘cuesta de enero’. Si no quieres te pille desprevenido con una gran factura, esta es tu entrada.
En los últimos años se habla a menudo del problema del consumo inteligente. No es ya una cuestión meramente económica, sino que las consecuencias del abuso energético son compartidas por todos. Es lo que se ha dado en llamar ‘social traps’ o trampas sociales: aquellas situaciones donde el uso individual de un recurso supone que este recurso acabe ‘agotándose’ para el conjunto social. Ejemplos de esto son la sobre-pesca o el daño al medio ambiente que suponen algunos usos energéticos.
Desafortunadamente, este hecho también ocurre cuando se recurre a energías no renovables, como las procedentes de combustibles fósiles para todo tipo de usos de manera indiscriminada. Pero para evitar emplear este tipo de sistemas agresivos con la naturaleza, entre los que puede incluirse la electricidad (aún se obtiene gran parte de esta mediante combustibles como el petróleo y el carbón) deben primero existir opciones capaces de ofrecernos alternativas viables.
Si queremos calentar nuestro hogar de una manera particularmente responsable, social y medioambientalmente, es una buena idea optar por sistemas tradicionales como la leña, o más novedosos como los combustibles biomasa. Esta última opción se está convirtiendo en especialmente interesante, ya que ofrece a los consumidores la posibilidad de controlar aspectos que antes resultaba imposible con calderas de leña: temperatura exacta, encendido y apagado automático, gasto exacto en función de las horas de uso, almacenamiento seguro e ‘in situ’.
El más conocido de los sistemas de calderas biomasa son conocidos pellets, pequeños tacos de madera obtenidos a partir del reciclaje de limpiezas forestales, completamente renovables y con alto poder calorífico. Gracias a ellos y mediante el uso de calderas centrales, hoy es posible calentar grandes edificios como escuelas y hospitales, con consumo responsable y racionalización energética.
Por otra parte, una de las mejores formas de racionalizar el uso de la energía en nuestro hogar tiene que ver con dos dimensiones muy importantes de los sistemas de climatización: la eficiencia energética de materiales constructivos de un espacio y las medidas de implementación racionales a la hora de instalar la climatización.
En cuanto a la eficiencia energética, poco hay que decir que no se haya dicho ya: aislamientos térmicos inteligentes, renovación del aire en los edificios que no suponga perdida de temperatura y diseño arquitectónico que tenga en cuenta las condiciones climatológicas del hábitat en el que el diseño se materializa.
El segundo punto es más controvertido, la implementación racional de climatizaciones tiene que ver con las necesidades y hábitos de vida en el lugar de la instalación. Un ejemplo de esto es la diferencia entre la calefacción central y la calefacción focalizada. Mientras que la calefacción focalizada está diseñada para aquellos lugares específicos donde deseamos cierta temperatura en momentos determinados, la central nos sirve para mantener una determinada temperatura en grandes espacios. Por supuesto, dependiendo de las dimensiones, características, pero sobre todo hábitos, son más racionales unas u otras instalaciones.